Muchos padres tienen el problema de bullying en sus hijos, pero muy pocos saben cómo enfrentarlo. Aquí te damos algunos consejos prácticos sobre lo que debes y lo que no debes hacer.
FUENTE:
http://www.educarchile.cl/Portal.Base/Web/VerContenido.aspx?ID=203916
Claudia Romagnoli, psicóloga educacional UC
La experiencia de malos tratos y agresiones permanentes, como el bullying o matonaje afectan muy fuertemente la autoestima, el aprendizaje y el desarrollo general de un niño/a.
¿Qué es el bullying o matonaje? Es cuando una situación de agresión o maltrato se hace habitual, persistente en el tiempo, y en general permanece oculta frente a los adultos. Tiende a ser asimétrico, es decir quien acosa tiene más poder que la víctima (por ejemplo, es más fuerte, grande o popular que la víctima). El bullying puede ser verbal (insultos, humillaciones o amenazas), físico (golpes, zancadillas, pinchazos, patadas, o bien hurtos o estropeo de los objetos propiedad de la víctima), psicológico (acecho, gestos de asco, desprecio), o social (exclusión del grupo, difusión de rumores y calumnias contra la víctima).
A continuación, presentamos el caso ficticio de Felipe, quien está siendo víctima de bullying o matonaje en su colegio, y entregamos algunas estrategias para que su padre pueda ayudarlo a enfrentar y dar solución al problema.
Mario nos cuenta que está muy preocupado porque su hijo Felipe, de 13 años, está siendo víctima de bullying en el colegio hace ya varios meses. Su hijo siempre ha sido muy gordito, porque tiene un problema de asimilación de alimentos. Desde que era chico algunos amigos se burlaban; pero durante este año, con el cambio de curso, hay un compañero, Pablo, que especialmente le hace la vida imposible: diariamente le grita todo tipo de garabatos aludiendo a su gordura, lo empuja en la fila, le quita su colación, incentiva a todos sus compañeros y compañeras a que se rían de él por esto, etc. Felipe había ocultado su problema a su familia, pero ya no da más y exige a gritos que lo cambien de colegio.
¿Qué hace la mayoría de los padres frente al bullying?
En general, los padres suelen estar al margen del problema, debido a que -aún en situaciones graves- el grupo mantiene la ley del silencio. Cuando se enteran, tienden a tener poca claridad acerca de cómo ayudar a su hijo acosado, recurriendo a estrategias poco efectivas, y más bien negativas:
Lo que no debe hacerse:
• Hablar y amenazar al agresor fuera de las instalaciones del colegio.
• Instigar a su hijo que se defienda brutalmente. Pretender que el hijo solucione su dolor con más presión, por ejemplo diciéndole: “no te dejes pegar” o “tienes que ser más fuerte”, produce siempre el efecto contrario, se sienten más débiles. Ya lleva muchos meses no pudiendo enfrentar la situación, y le será aún más doloroso sentir que se le exige conducirse con violencia contra alguien que lo trata con violencia, y frente al cual no ha podido defenderse hasta ahora.
• Irrumpir en el colegio, ocasionando un escándalo con el profesor o padres del niño agresor.
• Sobreproteger a la víctima, y alejarlo permanentemente de situaciones conflictivas, incluso buscando cambiarlo rápidamente de curso o de colegio. Arrancando no se soluciona el problema. No da buenos resultados permitir que el niño falte frecuentemente al colegio por temor a la agresión. Tenga mucho cuidado en esto, el que falte a clases sólo aumentará el problema al momento que regrese.
• No dando importancia al problema o negando su existencia, obligando al hijo a que se someta a su hostigador, con el argumente de que cuando éste se canse, dejará de molestarlo.
• Esperar no sirve de nada. Consentir el maltrato de un niño o adolescente contra otro es permitir que haya más víctimas de los abusos. El abuso no es “normal” entre escolares, ni “se trata sólo de bromas”. Es importante enseñar a los espectadores pasivos a que cuando vean que un compañero está en esa situación desfavorable se lo digan a su profesor. La violencia, física o moral, y el abuso no se pueden consentir. Tampoco el grupo ni la víctima deben aguantar. Simplemente porque, cuando la ola de violencia se pone en marcha, cada día es peor: ya nadie sabe quién es su amigo y quién no. Por otra parte, si la víctima y el resto de los compañeros que no quieren participar de la violencia aguantan sin decírselo a nadie, pronto el acosador creerá que puede seguir abusando. Aproximadamente el 25% de los agresores que se han acostumbrado a intimidar para lograr sus objetivos, terminan teniendo problemas con la justicia en la adolescencia, e incluso antes.
Algunas estrategias que han resultado ser más efectivas
• Apoyar emocionalmente a su hijo y decirle que le ayudarán a superar el problema. Tranquilizarlo diciéndole que no es su culpa que esto suceda, y que a cualquiera lo tendría así de mal. Acogerlo, tranquilizarlo.
• Los padres deben permanecer en calma y no reaccionar con violencia hacia el colegio o el agresor, ya que no solucionará así el problema; no modelará formas adecuadas de solucionar conflictos, que enseñe a sus hijos frente a futuros problemas. Es importante enseñar a solucionar los conflictos pacíficamente, a pesar del dolor que se sienta.
• Acercarse a conversar con el profesor jefe, con una actitud positiva, colaboradora; informarle la situación de su hijo/a (lo que le está sucediendo y lo afectado que se encuentra emocional y socialmente), y preguntarle qué sabe al respecto. Pedirle ayuda explícitamente, porque su hijo/a lo está pasando muy mal hace muchos meses y ningún adulto se había dado cuenta (ni él, ni el profesor).
• Solicitar al profesor/a que investigue la situación a la brevedad, dada la gravedad del problema, acordando una reunión en los próximos días, para conocer de manera más completa la situación. El profesor deberá comprometerse a entrevistar al acosador y algunos alumnos clave, e indagar con mucho cuidado el problema, buscando no aumentar la situación de desprotección del niño/a o joven afectado.
• Es esperable que junto al profesor jefe participe el psicólogo/a u orientador/a del colegio, para facilitar un buen manejo del problema, y buscar las mejores soluciones. También es importante que la dirección del colegio esté al tanto de la situación y del curso de las intervenciones.
• Para frenar el círculo vicioso de esta forma de violencia escolar es fundamental buscar acuerdos y trabajar en conjunto la familia y el colegio, y deben participar tanto los padres del niño/a o joven acosado, como los de los padres del acosador (al menos en reuniones por separado). Para todos es importante que este problema sea resuelto. Para los padres del niño que está intimidando también puede ser una sorpresa muy dolorosa, o puede que ya se sientan superados por la situación. Por eso, lo importante es invitarlos respetuosamente a colaborar en la pronta solución.
• Dependiendo de la gravedad del problema el colegio deberá sancionar a los involucrados. Según la gravedad del caso e historial del estudiante responsable, se dan días de suspensión y/o matrícula condicional por un cierto período de tiempo, restricción en privilegios escolares, entre otros.
• Es importante que haya consecuencias frente a las malas conductas, sin embargo, el foco debiera ser “formar” en vez de “reprimir”. Siempre se presentarán problemas graves y no tan graves en los colegios, lo importante es tener planes de prevención, y cuando ocurran los problemas, tener mecanismos que refuercen la formación que están recibiendo los alumnos.
• En este sentido, es fundamental que se “repare” el daño y las relaciones interpersonales en el curso afectado, y no centrarse sólo en solidarizar con la víctima y excluir al victimario; esto último no forma.
• Los profesores pueden recurrir a diversas estrategias de manejo de estos problemas en su sala de clases y con los niños o jóvenes afectados. Le sugerimos ver el recurso educativo para profesores “Estrategias para enfrentar los malos tratos y al bullying en el colegio” que se encuentra en el Portal Educarchile Esencial en la sección Docentes.
• En caso de ser necesario, el colegio deberá exigir a los padres del niño/a o joven acosador, asistir al psicólogo para que sea ayudado en resolver adecuadamente esta situación.
• Por supuesto que es importante ayudar al hijo/a a recuperar sus amistades o hacer algunas nuevas, eso le ayudará a dejar atrás el dolor y retomar sus actividades e intereses.
Es fundamental entonces que los adultos intervengan en las situaciones de bullying, si no, el daño puede ser tan profundo y doloroso que atraerá aún más problemas tanto a la víctima como a los victimarios. Mejor será aún, que padres y profesores cuenten con algunas estrategias para prevenir situaciones como éstas, a continuación sugerimos algunas orientaciones para los padres.
• Ignóralo, haz como que no lo has oído. • No lo mires. Si puedes, camina y pasa a su lado sin mirarlo. • No llores, ni te enojes, ni muestres que te afecta. El acosador desea que tú reacciones mal, no le des lo que busca. Más tarde podrás escribir sobre lo que sientes o contárselo a alguien de tu confianza. • Responde al acosador con tranquilidad y firmeza. Di, por ejemplo: “¡NO!, ¡No soy lo que tú piensas!”. • Si puedes, convierte alguno de sus comentarios en un chiste. Por ejemplo, si él dice: “¡Qué ropa tan ridícula llevas!”; tú puedes responderle: “¡Gracias! ¡Me alegra que te hayas dado cuenta!”. • Corre si es necesario. Alejarse de la situación no es de cobardes. El acosador es el cobarde y quienes lo apoyan también. Busca un sitio donde haya un adulto y quédate allí. • Si te molesta un acosador, habla con un adulto. Eso no es acusar. Es pedir ayuda cuando de verdad la necesitas. |
Cómo enseñar a su hijo a prevenir y a defenderse del bullying
Si el niño/a o joven comienza a ser atacado por un acosador, éstas son algunas de las cosas que puede sugerirle hacer (puede estimular a su hijo a que lo practique antes frente a un espejo, o con usted mismo)
Cuidado: La familia
también tiene autoestima
Al igual que las parejas, una familia puede caer fácilmente en la
rutina, el aislamiento, la falta de comunicación, el individualismo… Son estados
por los que pasan los miembros del hogar y una vez detectados deben tratarse a
tiempo para evitar una crisis de mayor repercusión. El Doctor Aquilino Polaino,
experto en sicología y temas de familia, expuso los siguientes 10 principios
para mejorar la autoestima de la familia.
1. Disponibilidad
Consiste en dedicar tiempo (¡que es lo que menos tenemos!) a
atender a nuestros hijos y esposo/a. Con los adolescentes, por ejemplo, no vale
lo de “este tema ya lo hablaremos el sábado con tranquilidad, cariño”. Para el
sábado, tu hija de 13 años ya se ha emborrachado con una amiga y van a hacer lo
que se les ocurra, porque el padre estaba “ocupado”. Hay que estar disponible,
porque hay problemas que sólo se arreglan en el momento en que el otro se anima
a plantearlo y pide ser escuchado.
2. Comunicación
padres-hijos: que los padres hablen menos y escuchen más.
En muchas
familias, cuando un padre o madre dice “hijo, tenemos que hablar”, el joven
piensa “uy, malo, malo”. ¿Por qué? Porque sabe que los padres cuando dicen
“tenemos que hablar” quieren decir “te voy a soltar un discurso por algo tuyo
que no me gustó”. Esto cambiaría si los padres se hicieran un propósito: dedicar
el 75% a escuchar y sólo el 25% a hablar. Escuchar a los hijos (o al cónyuge, a
cualquiera) es un esfuerzo activo. Hay que soltar el periódico, quitar el
volumen de la TV, girar la cabeza hacia quien te habla, mirar a los ojos,
expresar atención. Eso es escucha activa, que es la que sirve para mejorar la
autoestima de tu familia.
3.
Coherencia en los padres y autoexigencia en los hijos.
Uno es
coherente cuando lo que piensa, siente, dice y hace es una sola y misma cosa. No
tiene sentido decirle a los niños desde el sofá: “eh, ustedes, ayuden a mamá a
organizar la mesa”. Hay que dar ejemplo primero. Así aprenden a autoexigirse,
que es mucho mejor que tenerlos vigilados 24 horas al día. Esto es un progenitor
potenciador, motivador, animador y protector al mismo
tiempo.
4. Tener iniciativa,
inquietudes y buen humor, especialmente con el cónyuge.
La rutina es
un enemigo en las relaciones conyugales y con los hijos. El punto clave es que
haya creatividad e iniciativa en la vida de pareja y eso se contagiará a toda la
familia protegiéndolos de la rutina. Si la pareja va bien, los hijos aprenden su
“educación sentimental” simplemente viendo cómo se tratan papá y mamá, viendo
que se admiran, se halagan, son cómplices. “Cuando sea mayor trataré a mi mujer
como papá a mamá”, piensan los niños entusiasmados. Eso les da
autoestima.
5. Aceptar nuestras limitaciones, y las de los
nuestros.
Hay que conocer y aceptar tus limitaciones, las de tu
cónyuge, las de tus hijos. Pero es importantísimo no criticar al otro ante la
familia, no criticar a tu cónyuge ante los niños, o a un niño ante los hermanos,
comparando a un hermano “bueno” con uno “malo”. Eso hace sufrir al hijo y le
quita autoestima. Es mejor llevarlo aparte y hablar.
6. Reconocer
y reafirmar lo que vale la otra persona.
Seamos sinceros: no tiene
sentido que andemos llamando “campeón” a nuestro niño que nunca ha ganado nada.
Si ha perdido un partido de fútbol, no le llames campeón. Ha de aprender a
tolerar la frustración, acompañado, eso sí. También hemos de saber (grandes y
pequeños) que somos buenos en unas cosas y no en otras. Reafirmemos al otro en
lo que vale, y se verá a sí mismo como lo que es, una persona
valiosa.
7. Estimular la autonomía personal.
Uno se
hace bueno a medida que va haciendo cosas buenas. Es importante que lo entiendan
los hijos. Lo que se hace es importante: hacer cosas buenas nos hacer buenos a
nosotros. Esta idea ayuda a tener autonomía personal, hacer las cosas por
nosotros mismos, para mejorar nosotros.
8. Diseñar un proyecto
personal.
No irás muy lejos si no sabes donde quieres ir. Quedarte
quieto no es factible, uno tiende a volver a quedarse atrás. Hay que tener un
proyecto personal para crecer, y atender y ayudar a discernir y potenciar los
proyectos de los tuyos.
9. Tener un nivel de aspiraciones alto,
pero realista.
Debemos jugar entre lo posible y lo deseable. Si
aspiramos alto, nos valoraremos bien, tendremos autoestima. Pero, ¿es factible?
Debemos conjugar un alto nivel de aspiraciones con la realidad de nuestras
capacidades y recursos.
10. Elijamos buenos amigos y
amigas.El individualismo es el cáncer del s.XXI. Nosotros y
nuestros hijos estamos atados a máquinas como el DVD, la TV, la videoconsola,
Internet... El trabajo en solitario va minando la amistad verdadera. ¡Los amigos
comprometen mucho y al individualista no le gustan los compromisos! Sin embargo,
necesitamos más que nunca amigos humanos, personas, grandes y buenos amigos, con
los que compartir muchas horas, conversaciones sinceras y cercanas, amistades de
verdad, que te apoyen y te conozcan auténticamente, que te acepten con tus
fallos y potencien lo mejor en ti.
Una familia que trata de seguir estos
principios contribuye a mejorar la estima en sus hijos y la autoestima en ellos
mismos.
Consiste en dedicar tiempo (¡que es lo que menos tenemos!) a atender a nuestros hijos y esposo/a. Con los adolescentes, por ejemplo, no vale lo de “este tema ya lo hablaremos el sábado con tranquilidad, cariño”. Para el sábado, tu hija de 13 años ya se ha emborrachado con una amiga y van a hacer lo que se les ocurra, porque el padre estaba “ocupado”. Hay que estar disponible, porque hay problemas que sólo se arreglan en el momento en que el otro se anima a plantearlo y pide ser escuchado.
En muchas familias, cuando un padre o madre dice “hijo, tenemos que hablar”, el joven piensa “uy, malo, malo”. ¿Por qué? Porque sabe que los padres cuando dicen “tenemos que hablar” quieren decir “te voy a soltar un discurso por algo tuyo que no me gustó”. Esto cambiaría si los padres se hicieran un propósito: dedicar el 75% a escuchar y sólo el 25% a hablar. Escuchar a los hijos (o al cónyuge, a cualquiera) es un esfuerzo activo. Hay que soltar el periódico, quitar el volumen de la TV, girar la cabeza hacia quien te habla, mirar a los ojos, expresar atención. Eso es escucha activa, que es la que sirve para mejorar la autoestima de tu familia.
3. Coherencia en los padres y autoexigencia en los hijos.
Uno es coherente cuando lo que piensa, siente, dice y hace es una sola y misma cosa. No tiene sentido decirle a los niños desde el sofá: “eh, ustedes, ayuden a mamá a organizar la mesa”. Hay que dar ejemplo primero. Así aprenden a autoexigirse, que es mucho mejor que tenerlos vigilados 24 horas al día. Esto es un progenitor potenciador, motivador, animador y protector al mismo tiempo.
4. Tener iniciativa, inquietudes y buen humor, especialmente con el cónyuge.
La rutina es un enemigo en las relaciones conyugales y con los hijos. El punto clave es que haya creatividad e iniciativa en la vida de pareja y eso se contagiará a toda la familia protegiéndolos de la rutina. Si la pareja va bien, los hijos aprenden su “educación sentimental” simplemente viendo cómo se tratan papá y mamá, viendo que se admiran, se halagan, son cómplices. “Cuando sea mayor trataré a mi mujer como papá a mamá”, piensan los niños entusiasmados. Eso les da autoestima.
5. Aceptar nuestras limitaciones, y las de los nuestros.
Hay que conocer y aceptar tus limitaciones, las de tu cónyuge, las de tus hijos. Pero es importantísimo no criticar al otro ante la familia, no criticar a tu cónyuge ante los niños, o a un niño ante los hermanos, comparando a un hermano “bueno” con uno “malo”. Eso hace sufrir al hijo y le quita autoestima. Es mejor llevarlo aparte y hablar.
6. Reconocer y reafirmar lo que vale la otra persona.
Seamos sinceros: no tiene sentido que andemos llamando “campeón” a nuestro niño que nunca ha ganado nada. Si ha perdido un partido de fútbol, no le llames campeón. Ha de aprender a tolerar la frustración, acompañado, eso sí. También hemos de saber (grandes y pequeños) que somos buenos en unas cosas y no en otras. Reafirmemos al otro en lo que vale, y se verá a sí mismo como lo que es, una persona valiosa.
7. Estimular la autonomía personal.
Uno se hace bueno a medida que va haciendo cosas buenas. Es importante que lo entiendan los hijos. Lo que se hace es importante: hacer cosas buenas nos hacer buenos a nosotros. Esta idea ayuda a tener autonomía personal, hacer las cosas por nosotros mismos, para mejorar nosotros.
8. Diseñar un proyecto personal.
No irás muy lejos si no sabes donde quieres ir. Quedarte quieto no es factible, uno tiende a volver a quedarse atrás. Hay que tener un proyecto personal para crecer, y atender y ayudar a discernir y potenciar los proyectos de los tuyos.
9. Tener un nivel de aspiraciones alto, pero realista.
Debemos jugar entre lo posible y lo deseable. Si aspiramos alto, nos valoraremos bien, tendremos autoestima. Pero, ¿es factible? Debemos conjugar un alto nivel de aspiraciones con la realidad de nuestras capacidades y recursos.
10. Elijamos buenos amigos y amigas.El individualismo es el cáncer del s.XXI. Nosotros y nuestros hijos estamos atados a máquinas como el DVD, la TV, la videoconsola, Internet... El trabajo en solitario va minando la amistad verdadera. ¡Los amigos comprometen mucho y al individualista no le gustan los compromisos! Sin embargo, necesitamos más que nunca amigos humanos, personas, grandes y buenos amigos, con los que compartir muchas horas, conversaciones sinceras y cercanas, amistades de verdad, que te apoyen y te conozcan auténticamente, que te acepten con tus fallos y potencien lo mejor en ti.
Una familia que trata de seguir estos principios contribuye a mejorar la estima en sus hijos y la autoestima en ellos mismos.
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